Lepidoptera lunar

Bruno Aguirre

9 ago 20202 Min. de lectura

Querido diario, soy Aiday, te escribo para contarte una historia, todo sucedió muy rápido, la gente se dormía por las calles del pueblo, no importaba lo que estaban haciendo, simplemente se dormían, recuerdo que todas las personas estaban muy preocupadas, aún me parece estar viendo a mi padre durmiéndose en el sillón mientras miraba fútbol, también a mi madre, preocupada por él, yo tan solo tenía diez años, en ese momento me era inevitable sentir felicidad por no tener clases, la profesora se dormía explicando el análisis de oraciones, aprovechábamos esos días con mis amigos y salíamos a jugar a la exploración; pero hubo un día en particular que fui a jugar sola, me encantaba investigar cerca de la mina de carbón, aquél día me sorprendí porque observé que unos enormes ojos me veían desde ella, tuve miedo pero fue más fuerte mi curiosidad y de todas formas me adentré en la cueva.

Divisé la figura de un hombre muy grande, su parecido era la de un oso, debido a su extenso pelaje. Le pregunté ¿Qué era? A lo que él no me respondío, le pregunté ¿Si tenía nombre? A lo cual me miró pensativo, intentando hacer memoria, acto seguido me tomó de la mano, arrastrándome fuera de la mina, se estaba oscureciendo cuando él me señalo la luna, que apenas se vislumbraba, ya que el sol no se había ocultado del todo ¿Sos de la luna? Él sólo asintió con la cabeza y bostezó, en ese momento me entró mucho sueño, casi me duermo en ese mismo lugar, ahí fue que entendí que ese monstruo era quien causaba que la gente se durmiera ¿Como vas a volver a la luna? Miraba tristemente a hacia ella, no pude evitar sentir lastima por ese ser por lo cual lo invité a casa, él acepto, al llegar miró a los caballos de mi padre, por lo visto se sentía cómodo con ellos, me despedí y al mirarlo distinguí unas mariposas brotando de su pelaje, les quise mostrar el monstruo a mis padres pero ellos no lo veían, al otro día fui a mirar al desconocido que estaba montado arriba de un caballo apuntándole al cielo, se percató de mi presencia, se asustó y corrió, lo deje irse, sabía que iría a la mina.

Mientras más cerca de la mina estaba, me abordaba una sensación de sueño, se escuchaba un sollozo de la bestia, luego llanto y nuevamente sollozos, me adentré a la mina y lo vi sentado en una roca, me dio mucha pena verlo así, no me contuve y lo abracé, en ese momento sentí su pelaje, luego la sensación de cosquillas, frío y movimiento incesante a la vez, cuando observé el monstruo se había convertido en una estatua de piedra y se había llenado mariposas la sala, las cuales escapaban fuera de la cueva, nunca logré entender los misterios de su llegada y de su repentina partida, pero cada vez que veo mariposas sonrío recordándolo.